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Los liberales pensaban que Lugo sería algo así como la Madre Reina, sentada en su trono, y que Federico Franco sería el Primer Ministro. La pifiaron de aquí a la luna. Con los últimos nombramientos del ex obispo queda demostrado que de liberal, este gobierno no tendrá nada. Será un gobierno de izquierda.
Fue hábil Lugo al utilizar la estructura de los azules, conquistar el poder y dejarlos a un lado, como un sector político más de los que hoy integran la Alianza Patriótica para el Cambio (APC).
El reclamo para ocupar cargos que hace el PLRA es legítimo. No se trata de una nucleación improvisada cuyos actores están debutando en política o en la administración de la cosa pública. El hecho de que el presidente electo haya reciclado a ministros de gobiernos colorados es una bofetada para los liberales y no colorados que apostaron al cambio. No es posible que entre los ochocientos mil afiliados que tiene el partido no haya encontrado uno solo con la capacidad e idoneidad para honrar los cargos en Hacienda y Educación. El enojo de los jóvenes liberales también es razonable, ya que después de la ANR, la Juventud Liberal Radical Auténtica (JLRA) es la segunda fuerza política juvenil más importante, pero la quieren nombrar a Karina Rodríguez, una joven tal vez muy capaz, pero que ingresa por el cupo del P-Mas, un minúsculo partido de izquierda que todavía no logró trascender más allá de la capital.
Recuerdo la publicidad de la Alianza durante la campaña electoral en la que se mostraba al cuarto árbitro pidiendo la salida del campo de juego al número 1 para que ingrese el 6. Sin embargo, en la práctica, sigue el mismo equipo en la cancha. Basta con observar el pacto entre Nicanor, Lugo y Oviedo en la Cámara de Diputados para que Mario Soto Estigarribia asuma la vicepresidencia primera. Este diputado es el que ubicó a su hija Raquel Soto en la Itaipú Binacional y a su esposa en la Dirección del Registro del Automotor. Es el fiel reflejo del prebendarismo nicanorista.
La convención del próximo 10 de julio del PLRA será para alquilar balcones, a no ser que para esa fecha por lo menos una binacional quede para un liberal. Allí estará la representación de la dirigencia de base reclamando mayor firmeza al presidente del partido Federico Franco a la hora de exigir cargos al ex obispo. Aunque se percibe una cierta parálisis del vicepresidente electo sobre todo por el estupor que le provocó el desaire de Lugo al no tener en cuenta sus recomendaciones de nombres para cargos públicos. A Federico, sus propios hermanos le pidieron que increpe al ex monseñor y le argumente que el partido aportó el 66% de los votos que obtuvo la APC el 20 de abril.
Claro, si los liberales son marginados del gabinete, los franquistas sencillamente no existen, mientras que los más agrandados son Blas Llano y Efraín Alegre, quienes armarán sus carpas para crecer internamente con el favor del cargo público a algunos de sus seguidores.
En síntesis, Fernando Lugo comete un grave error al ignorar al partido de su vicepresidente electo. Le guste o no, gracias a los liberales llegó al poder y esto no lo puede desconocer. La gobernabilidad del país también pasa por el reconocimiento de esta realidad y, sobre todo, por darle a cada uno el lugar que le corresponde. Si el futuro presidente no lo entiende así, no debe extrañar que dentro de poco, los que ayer lo catapultaron al poder, mañana sean sus primeros detractores.
LA BOFETADA DE LUGO A LOS LIBERALES
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