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Depurar la administración pública de zánganos y planilleros

Después de seis décadas de hegemonía integral y excluyente del Partido Colorado, con la consiguiente y conocida subalternización del aparato estatal, es lógico que casi la totalidad de las personas que reciben salarios del Estado esté afiliada a ese partido. De manera que ahora, llegado el momento en que se hace realidad el largamente postergado anhelo de alternancia política en el Gobierno, el nuevo equipo gobernante se las tendrá que ver con un funcionariado público copado por los partidarios derrotados. Como no existe la carrera de funcionario público, ningún parásito improductivo tendrá derecho a alegar privilegios laborales o profesionales.

Después de seis décadas de hegemonía integral y excluyente del Partido Colorado, con la consiguiente y conocida subalternización del aparato estatal que realizara para beneficio particular suyo y de sus dirigentes, es lógico que casi la totalidad de las personas que reciben salarios del Estado esté afiliada a ese partido. Sea por decisión voluntaria o por imposición de la necesidad de conseguir trabajo, tres generaciones sucesivas de paraguayos tuvieron que afiliarse masivamente al partido y permanecer fieles a la facción de los que detentaban el poder, única e indigna vía para obtener los puestos y las ventajas a los que todo nacional tiene derecho, según las constituciones sucesivas (incluida la dictada por el stronismo), por el solo hecho de haber nacido tal.

De manera que ahora, llegado el momento en que se hace realidad el largamente postergado anhelo de alternancia política en el Gobierno, el nuevo equipo gobernante se las tendrá que ver con un funcionariado público copado por los partidarios derrotados. Muchos de ellos, incluyendo militares, policías y docentes, obtuvieron los cargos o posiciones que poseen, y fueron promovidos en ellos, exclusivamente gracias a su vinculación partidaria, a la recomendación de un padrino con influencia en alguna esfera del poder o a lazos familiares con poderosos.

Esta gente, que no está por méritos propios, que no tiene más apego al cargo que por el simple hecho del salario y de los privilegios que recibe, que está acostumbrada a la vida fácil y a la seguridad de que no tiene que hacer ningún esfuerzo por conservar su puesto, se las tendrá que ver ahora con una realidad diferente. Perdida su protección en el Partido Colorado, deberá cambiar radicalmente su modo de encarar la situación y entonces, o deberá luchar por su permanencia convirtiéndose en un funcionario eficiente, cumplidor y honesto, o tendrá que apelar a las malas artes para intentar impedir su remoción y sustitución.

Es aquí donde puede surgir un inconveniente importante para el nuevo gobierno, porque, de seguirse la experiencia recogida en el pasado, es seguro que se formen varios grupos de funcionarios que opten por agavillarse para “defender sus derechos”, es decir, impedir por cualquier medio ser reemplazados por personas eficientes y comprometidas con la función pública, que es lo que, debe suponerse, se buscará en esta nueva etapa de regeneración del interés y la protección de la cosa pública que se intenta implantar.

Como no existe la carrera de funcionario público, ningún parásito improductivo tendrá derecho a alegar privilegios laborales o profesionales, pues la ley solamente se refiere al funcionario real y no a los que integran un sindicato y que por este solo hecho pretenden adquirir un carácter que no poseen. El nuevo gobierno deberá cuidarse precisamente de estos gavilleros que, sea por la vía de un aparente movimiento reivindicador “sindicalista” o yendo directamente a los hechos de violencia o sabotaje, buscarán hacer fracasar todo intento de reforma administrativa del Estado que pudiera causar el efecto de desalojarlos o reemplazarlos.

Pero también existen funcionarios, docentes, militares y policías que aprecian su carrera, más allá de lo que estén recibiendo como remuneración o ventajas especiales, y que están dispuestos a cooperar para sacar adelante al país. Estos son quienes deben colaborar en la tarea de depurar las instituciones donde trabajen. Con este sector será posible encarar con inteligencia y patriotismo una modificación gradual, pero no lejana de los distintos organismos públicos, de tal suerte a alcanzar la meta de un Estado más eficiente, menos derrochador y corrupto, menos sectario, despojado de su carácter de botín de políticos inescrupulosos y oportunistas.

Los futuros ministros, viceministros, altos jefes administrativos, castrenses y policiales, como primera tarea deberán determinar cuáles sectores y personas de los organismos que van a dirigir son potenciales enemigos directos del proceso de recuperación nacional que se inicia, diferenciar entre quiénes son verdaderos trabajadores legítimamente preocupados por su institución y su labor, y quiénes son simples seccionaleros o politiqueros recomendados, oportunistas sin vocación ni intención de convertirse en profesionales. Obviamente, estos son bien conocidos en las reparticiones públicas, y de ellos es quienes tendrán que cuidarse y a los que tendrán que anular antes de que se conviertan en agentes capaces de causar gran perjuicio a los saludables objetivos de la próxima administración.

Las buenas intenciones y buena voluntad del nuevo gobierno tendrán que estar acompañadas de una decidida y enérgica acción de limpieza moral del terriblemente contaminado funcionariado del Estado paraguayo. No será sencillo, como no le fue fácil ganar las elecciones contra ese aparato; pero de eso depende su éxito.

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