Por José María Costa
"¿Por qué no esperan a que empiecen a gobernar?". "Sos un pesimista; no trates de empañar la esperanza del pueblo". "¿Por qué no le dan el beneficio de la duda?". "Hay que esperar los 100 días". "¿Quién instituyó esto de los ?cien días??... En tan poco tiempo no se van a poder ver los cambios... Se necesita más tiempo". "¿Por qué en vez de criticar no hacen propuestas?". "El que critica es porque ha perdido sus privilegios". "¡Contrera!"...
Cualquiera que ose levantar una voz crítica frente a las nuevas autoridades o a algunas de sus acciones, omisiones o contradicciones, podrá hallarse ante cualquiera de estas reacciones. Basta ver los blogs de comentarios o columnas que tibiamente han insinuado críticas. O basta escuchar algunos que otros programas radiales que no han sucumbido a la obnubilación del poder ni a la moda de la complacencia mediática.
¿Por qué se teme a las críticas? ¿Por qué se las pretende descalificar? ¿Por qué se las pretende "encasillar" en un tiempo o en un espacio? La crítica a las autoridades es una cualidad esencial de la libertad de expresión que debe impregnar una sociedad, si ésta quiere ser democrática y abierta. En el Estado autoritario la crítica es repudiada y perseguida. En el Estado democrático ella es bienvenida y hasta garantizada.
Hay que diferenciar la crítica de la descalificación y los ataques personales. La crítica es parte del debate de las ideas, es producto de la generación de argumentos a favor o en contra de posturas públicas.
La crítica es esencialmente producto de un ejercicio de raciocinio. La descalificación, sin embargo, es producto de lo emocional, de lo visceral. La descalificación busca adjetivos hirientes para atacar a la persona. La crítica buscar argumentos para contraponer a las acciones o posiciones que son objeto de cuestionamiento.
Veo con preocupación que cualquier intento de crítica contra las nuevas autoridades o los funcionarios que están asumiendo responsabilidades en estos días, sea interpretado como un "intento de desestabilización", como un "boicot contra el cambio que el pueblo quiere", o como "un ataque a la voluntad del pueblo expresada a través de las urnas". Semejantes reacciones sólo pueden ser compatibles con la soberbia de los regímenes totalitarios y no cuadran con quienes se embanderan con los postulados de la democracia y la libertad.
El mejor aporte que pueden hacer los ciudadanos al nuevo tiempo que estamos inaugurando es no bajar la guardia y mantener un espíritu crítico. De la misma manera, la prensa tiene que cumplir esa misión que es mantener el ojo avizor y alerta. Su misión no es la complacencia o la obnubilación con los oropeles del poder. Su misión es la información y la crítica. Objetiva y ecuánime, oportuna y responsable, es cierto. Pero información y crítica serán los grandes aportes para que el cambio que se anunció sea posible.
La crítica, por eso, debe aceptarse, y hasta promoverse. Si se quiere el cambio, ella será siempre saludable. Y hasta necesaria.
ELOGIO DE LA CRÍTICA
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