Análisis político
Por Estela Ruiz Díaz
El 15 de agosto amaneció con una densa neblina, como un mal presagio. Sin embargo, el sol se abrió paso, desaparecieron los nubarrones y se iluminó el histórico día.
Ya investido con los símbolos del poder (la banda presidencial y el bastón de mando), Fernando Lugo delineó en su discurso el marco principal de su gobierno.
"Hoy termina un Paraguay exclusivo, un Paraguay secretista, un Paraguay con fama de corrupción; hoy se inicia la historia de un Paraguay cuyas autoridades y pobladores serán implacables con los ladrones de su pueblo, con acciones que nublen la transparencia y con aquellos pocos dueños feudales de un raro país del ayer enclavado en el presente".
Este es quizá uno de los párrafos más importantes del discurso porque resume la arquitectura de lo que pretende desde el poder.
Cuando habla de un Paraguay exclusivo se refiere a ese país inmensamente desigual donde unos pocos tienen demasiado y demasiados tienen demasiado poco.
Cuando habla de un Paraguay secretista se refiere a que el poder se ha alejado tanto del pueblo que no sabe qué hacen, negocian y cuánto roban en su nombre.
Cuando habla de fama de corrupción, se refiere a que los sucesivos gobiernos colorados han encumbrado a nuestro país en la cima al lado de las naciones más corruptas del mundo.
Todo termina hoy, dijo con voz firme, en una promesa demasiado ambiciosa.
Tantos presidentes han dicho lo mismo al asumir el cargo. Sin embargo, la historia política es distinta. Por primera vez no es un colorado el que nos promete. Y eso es mucho decir.
Es una Alianza de partidos y movimientos sociales cuyos líderes y miembros han mostrado coraje y valentía durante la dictadura. Muchos de ellos honestos e íntegros toda su vida.
Pero hay muchos también que ni lucharon contra la dictadura, ni son honestos, ni íntegros. Ellos estarán en la mira del pueblo al que Lugo nombró como vigilante y juez de los actos de gobierno.
El discurso del nuevo presidente nos pinta sin ninguna duda su perfil social. Claramente hizo opción por los pobres, siendo fiel a la Teología de la Liberación.
Lugo dijo: "Yo soy de izquierda". Después de su discurso, lo del centro "poncho jurúicha" parece quedarse en el olvido.
Siguiendo la línea de su plan, apenas hizo una mención rápida a los empresarios, luego siguió apuntando al corazón de la gente: Habló de los migrantes y fue acertado su agradecimiento público a Cristina de Kirchner por la solidaridad argentina con millares de paraguayos. Puso en un lugar privilegiado a los jóvenes a quienes habló en su lenguaje tratándolos de "vos", pidiéndoles que terminen con la "mala onda".
¿OLVIDO, OMISIÓN? Pero Lugo cometió un grave error al no mencionar al Poder Judicial, quizás más corrupto que el poder político y más peligroso aún. ¿Decidió no caerles por estrategia? ¿O no le interesa el cambio en la Corte? ¿O simplemente se olvidó? Para un discurso inaugural del poder fue un craso error.
Otro tema que llamó la atención es la prematura partida del presidente brasileño, con quien Lugo tiene el pleito más difícil. Lula (en la foto) no dijo mucho, fue reclamado por la gente en las calles y apenas finalizaron las actividades oficiales se fue sin siquiera almorzar con el nuevo presidente.
¿No era que el 16 de agosto ambos gobiernos se iban a sentar a negociar Itaipú?
Lugo asumió el viernes. Ayer le dedicó su día a San Pedro, la región que abrazó cuando era obispo y que lo catapultó a la escena política.
Hugo Chávez ya decidió adoptarlo como lo hizo con el presidente ecuatoriano. Cantaron juntos el viernes a la noche y ayer fue con él a San Pedro. "Vamos a suministrarle a Paraguay todo el petróleo que necesite hasta la última gota", dijo paternalista.
El Obispo de los pobres juró ser el presidente de los pobres.
Ya no tiene excusas, tiene el poder y los recursos para cumplir sus promesas.
EL PRESIDENTE DE LOS POBRES
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